Para entender lo que es un "banco malo" hay que conocer primero el concepto de activos tóxicos, que son aquellos fondos de inversiones de pésimas condiciones y que se crearon a partir de hipotecas o créditos a personas con poca solvencia económica.
Así pues, un "banco malo" es una entidad financiera encargada de transferir los activos tóxicos de las entidades bancarias a un organismo público encargado de liquidar los pagos. En pocas palabras, el Estado compra, con dinero público, aquellos créditos con alta probabilidad de resultar poco rentables para el banco, y lo hace a un precio que estaría entre el valor del mercado y el valor contable del activo (el valor artificial, el que anota el banco en su balance).
De esto último, podemos decir que el precio al que el "banco malo" compra los activos puede diferir: El "banco malo" podría comprar los activos tóxicos al precio del valor artificial, y por tanto, los bancos nunca anotarían pérdidas, sino que las pérdidas serían para las finanzas públicas. Así, el Estado estaría pagando todos los platos rotos de los bancos. El "banco malo" también podría comprar esos activos tóxicos a sus precios de mercado, y entonces los bancos tendrían que reconocer sus pérdidas, lo que mejoraría su actuación en el mercado, ya que ganarían la confianza de otros organismos financieros internacionales.
Otra explicación de "banco malo":
Con todo esto, el objetivo del "banco malo" es mejorar la situación económica ya que, en caso de que los bancos se liberen de todos aquellos activos tóxicos, dispondrían de liquidez que, a su vez, invertirían en nuevos créditos a personas solventes, especialmente empresarios, y de esta manera potenciar las empresas con la consiguiente disminución de la tasa de paro.
Ahora bien, aunque se trata de una interesante medida para salir de la actual época de austeridad económica, no deja de ser otra ayuda a los bancos por parte del Estado, y en definitiva, por parte de todos los contribuyentes. Esta nueva herramienta pretende que sea el pueblo trabajador quien pague las pérdidas ocasionadas por la mala gestión de la élite bancaria. Resulta absurdo que los Estados le paguen los platos rotos sin imponer castigos, regulaciones y medidas que impidan que esto vuelva a repetirse.
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